Una vez esta punta estaba en cubierta, el prisionero era atado de nuevo con ella. Para evitar que el condenado tragara agua se introducía una porción de grasa por su boca.
Cuando se ordenaba la ejecución, el reo era elevado por los pies y dejado caer al mar por un lado mientras un grupo de hombres tiraba del cabo por el lado contrario, arrastrando así al prisionero por debajo del casco del buque hasta que volvía a ser izado por la banda contraria.
La operación se repetía tres veces. Además de la enorme angustia que suponía la asfixiante carrera, el castigo se agravaba con el hecho de ser arrastrado sobre el casco del barco completamente cubierto de moluscos y cabezas de clavo que cortaban el cuerpo del desgraciado.
Otro duro castigo era el maroon. Consistía en abandonar a alguien en un islote o isla desierta apartada de las rutas de navegación. Se le desembarcaba junto con un poco de agua, una arma de fuego, unas pocas balas y un poco de pólvora. El abandonado generalmente moría así o de hambre o de herida de bala o ahogado al subir la marea si se encontraba en un pequeño islote.
Fuente: Ester Boldú.
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