Los piratas eran ladrones del mar que actuaban al margen de toda ley. Sus fines no eran políticos, buscaban su propio beneficio y no servían bajo ninguna bandera que no fuera la Jolly Roger (o bandera pirata).
Muchos corsarios se convirtieron en piratas durante el periodo en el que España e Inglaterra firmaron la paz.
Los principales blancos de los ataques piratas eran mayoritariamente los barcos (y también los asentamientos coloniales) de bandera española o portuguesa.
Es lógico que así fuera puesto que eran precisamente esos dos países quienes monopolizaban el comercio entre Europa y el Nuevo Mundo. Sus buques cargados del oro y la plata de Las Indias, eran un suculento bocado para los piratas. Pero ninguna bandera estaba a salvo de los salvajes perros del mar. Los reyes europeos trataron de luchar contra los piratas fletando barcos bien armados y equipados. Irónicamente, cada vez que se daba a un capitán el mando de un buque bien pertrechado se le estaba invitando a establecerse por su cuenta y, por qué no, a convertirse en aquello contra lo que se pretendía que luchase.
Fuente: Ester Boldú.
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